La noche prometía y se cumplieron todas las expectativas. Alrededor de un millar de personas pasaron la noche del sábado 29 de julio por la terraza de la discoteca Plató, reconvertida durante algunas horas en la Papillón, lugar de cita obligada para varias generaciones de corraleños durante los años ochenta y noventa. Un ambiente excepcional y una noche cálida hicieron que la fiesta fuera un éxito rotundo.
De auténtico “subidón” calificaba uno de los asistentes lo que estaba viviendo. “Esto hay que hacerlo todos los años”, decían otros mientras felicitaban a los organizadores. Habrá que valorarlo, aunque las buenas ocasiones suelen ser irrepetibles y el esfuerzo es grande. José María Aparicio, “Apa”, uno de los primeros Disc Jockeys de la Papillón, impulsor de la fiesta y encargado de la música también en esta ocasión, ha pasado varios meses preparando el evento, lo mismo que la Junta Directiva de la Asociación, con Pedro García-Gasco al frente.
La “reconversión” de Plató en Papillón, con una decoración que hizo mucho más agradable el lugar, fue obra de Jesús Real, que celebró el magnífico resultado bailando sin parar toda la noche. Lo mismo que la mayoría de los asistentes gracias a la selección musical de “Apa”. Fue él quien dijo unas palabras para agradecer la entusiasta respuesta de los corraleños antes de dar paso a Salvador, hijo del fundador de la discoteca en un momento muy especial de la historia de España. De su padre dijo que fue quien más creyó en la iniciativa y construyó una auténtica “boite” que no tenía nada que envidiar a las de Madrid.
Así se podía leer en una de las diapositivas del montaje proyectado en una de las paredes de Plató. Además de situar la aparición de la Papillón en el contexto histórico del país, recién salido de una época triste y oscura y que necesitaba expresarse con libertad y alegría, pudieron verse fotografías tomadas entonces, e incluso algún vídeo, con mención especial a los concursos de disfraces de Carnaval, que se hicieron célebres en toda la comarca.
Porque la Papillón fue corraleña, pero a ella acudía cada fin de semana gente de los pueblos de alrededor.
De aquellas noches de alternancia de la música movida con “lo lento”, surgieron parejas que después se convirtieron en familias y que alimentaron el crecimiento demográfico de Corral hasta hacer de él un pueblo dinámico y de relativa prosperidad.
Quitando a niños y ancianos, a quienes estaban de vacaciones, y algún despistado que no se enteró de la convocatoria, en la fiesta estuvo la mayoría de las personas que alguna vez disfrutaron de las tardes y las noches de la Papillón.
En las calles del pueblo no se hablaba de otra cosa durante los días anteriores, y del éxito de la fiesta no dejará de hablarse, seguro, durante una buena temporada.
Jesús Martín, Alfredo García